Nota publicada en la Revista Uno Mismo. Abril 2011
Por Alejandro Christian Luna
Al percibir la realidad desde la lente de la Astrología nos damos cuenta que ella, más que ser una creencia o un tipo de lenguaje, es algo bien concreto; más que una idea es una vivencia, la de que existe una unidad Cielo/Tierra, arriba/abajo y dentro/fuera. A partir de la experimentación visceral de tal unidad se puede habilitar el genuino desarrollo lógico, simbólico e intuitivo de una Astrología con significado.
La cuestión es que difícilmente dejamos que esta experiencia toque nuestras íntimas fibras, pues generalmente queremos utilizar esta intuición para fines acotadamente domésticos, autorreferenciales, narcisistas. Todos en alguna medida hemos pasado o pasaremos por ello, tenemos que reconocerlo; inclusive con la excusa de que “nos sirve” para nuestra propia superación personal, la evolución de nuestra
alma, etc. Pero resulta imposible poder afinarnos con “la música de las esferas” si no nos afinamos antes con nuestro prójimo, o aún con nuestro propio cuerpo. Y esta especie de ceguera no es intencional, a lo sumo es un útil autoengaño. Le es útil a nuestro yo, que de muchas maneras se las rebusca para seguir controlando las cosas a su alrededor, mejorando y evolucionando, siguiendo su deseo, trazando metas
personales y usando por ejemplo los tránsitos astrológicos para allanar el camino prefijado.
Hace un par de números hablábamos acerca de que la Astrología es capaz de acompañar, cual cinta transportadora o escalera mecánica, el desarrollo de la conciencia humana; y que responderá perfectamente al tipo de conciencia que la encare con sus particulares inquietudes.
Pero llega un momento en que el yo es directamente confrontado, y si se quiere seguir adelante tenemos que arriesgarnos a que nuestra identidad sea transformada. Y ese es un miedo de muerte y a la vez un deseo vital, un doble vínculo que necesitamos superar.
Es sugerente que la etimología de la palabra deseo provenga de desiderare, echar de menos; y que este verbo se componga de sideris que quiere decir astro. Entonces sería como echar en falta a los astros; tal como considerar significa contar con ellos.
Escorpio y su regente Plutón son indicadores astrológicos de poder, potencia, muerte, transformación y deseo. Sin duda ambos son de un simbolismo muy temido, justamente porque remiten a un momento en que la conciencia en su viaje se enfrenta a una muerte que en algún nivel es real. Si el yo quiere seguir avanzando -pues Escorpio no es el último signo- es necesario que se transforme en otra cosa, que la
personalidad muera y resucite. De lo contrario el yo renuente al sacrificio continuará su camino con la sensación de mayor poder, de mayor control. Pero es el mismo ego, más fortalecido pero igual de temeroso.
Escorpio es ir a fondo, e ir a fondo significa encontrarse justamente con aquello con lo que menos queríamos encontrar. Miedodeseo. Es arriesgarse a dejar de ser quien se piensa que es para, si tenemos suerte, encontrar otro nivel más profundo del ser.
El paso siguiente es Sagitario y su regente Júpiter. Remiten a aquello que tiene que ver con la búsqueda de sentido y significado. Y si llegamos hasta aquí tendremos que resignificar todo el camino transitado, encontrar un nuevo sentido a lo vivido.
Así lo hizo por ejemplo Steve Jobs, el fundador de Apple Computer en un célebre discurso en la Universidad de Stanford. Habló de tres temas, “unir los puntos”, el amor y la pérdida, y la muerte. Para el primer tema, relataba que su madre biológica, una joven soltera universitaria, decidió darlo en adopción solamente a una pareja de universitarios graduados. Pero éstos luego se arrepintieron pues querían una niña, así que el pequeño Steve fue a parar a una familia de clase trabajadora, recién cuando ellos prometieron a su madre que algún día lo enviarían a la Universidad. Y a los 17 ingresó en una tan cara que todos los ahorros de sus padres se iban en cuotas y aranceles. Pero no le gustaba la universidad y no le veía sentido a gastar todos los ahorros familiares, entonces abandonó los estudios confiando en que todo se arreglaría. Dejó de asistir a las clases que no le interesaban y comenzó a ir de oyente a las que sí le interesaban. Dormía en el piso en las habitaciones de sus amigos y todos los domingos caminaba 10 km para recibir al menos una buena comida semanal en un templo Hare Krishna.
Decidió asistir a un curso de caligrafía que lo entusiasmó muchísimo, aprendió acerca de tipos de letras, sus combinaciones, a variar el interespaciado, a jugar. Nada de eso albergaba para él la más mínima aplicación práctica… “Pero diez años más tarde, cuando estábamos diseñando la primera computadora Macintosh, todo volvió a mi mente. Y lo volcamos todo en la Mac. Era la primera computadora con bellísima tipografía. De no haber asistido a ese único curso universitario, la Mac no hubiera tenido nunca tipos de letras múltiples o fuentes espaciadas proporcionalmente. Y dado que Windows simplemente copió a Mac, es posible que ninguna computadora personal las hubiera tenido. De haber proseguido mis estudios universitarios, no hubiera asistido a ese curso de caligrafía, y las computadoras personales no tendrían la maravillosa tipografía que tienen. Por supuesto que era imposible haber unido los diferentes puntos mirando hacia el futuro cuando estaba en la universidad. Pero fue muy, muy claro al mirar para atrás diez años más tarde.
Nuevamente, no se pueden unir los distintos puntos mirando para adelante; se pueden unir únicamente mirando hacia atrás. Así que deben confiar que de alguna manera los puntos se unirán en el futuro. Deben confiar en algo, sus agallas, el destino, la vida, el karma, lo que sea. Este enfoque no me ha traicionado nunca, e hizo toda la diferencia en mi vida”.
Es así que para pasar por Escorpio y salir confiando en la sabiduría de la vida -ya en Sagitario- es preciso ser valiente… y la confianza aparece. Por eso la Astrología sugiere un cosmos que no es ciego o azaroso como el actual, sino que tiene un sentido que se va revelando de acuerdo a la conciencia ante el que aparece.
Al resignificar el pasado uno puede entrever el sentido que va tomando la vida, no tanto para especular qué pasará en el futuro sino para estar atentos al presente, momento a momento. Así, al unir los hechos importantes que aparecen como dispersos mojones a lo largo de la vida, vemos surgir una imagen, una figura… y nos reconocemos en ella. Es ver sorprendidos cómo se va dibujando nuestro verdadero rostro
en los hechos del destino, igual que en esos juegos de revistas infantiles, donde hay puntos numerados diseminados por la página en blanco y que al unirlos con el lápiz vemos formarse un unicornio, un perro, un payaso.
Desde una visión evolucionista, Jostein Gaarder comenta en su libro Maya: “¿Quién pudo alegrarse de los fuegos artificiales cósmicos mientras las filas de butacas del firmamento no se habían llenado más que de hielo y fuego? ¿Quién pudo adivinar que ese atrevido primer anfibio no sólo había recorrido a gatas un paso desde la orilla, sino que había dado un paso gigante por el largo camino hacia la orgullosa visión de conjunto del primate del principio de dicho camino? El aplauso a la gran explosión no llegó hasta quince mil millones
de años después de que hiciera explosión.”
Es una hermosa forma de “unir los puntos”; pero refleja también este orgullo nuestro, este inevitable complejo de superioridad que tenemos, siendo capaces de hacer esperar al cosmos durante millones de años para que por fin sea aplaudido, o mejor, para aplaudirnos a nosotros mismos.
Hoy por hoy los seres humanos nos creemos superiores a la mismísima creación. La mente tecnológica ha logrado tantos portentos y le ha sonsacado tantos secretos a la naturaleza como para producir una dolorosa alienación con nuestra Fuente. Se le ha retirado toda significación al cosmos, al mismo tiempo que se delimita toda la significación al mundo de lo humano. Es el colmo de la soberbia, el pecado capital que nos hunde cuando creemos que nos eleva cada vez más y más alto.
¿Cómo entender entonces esta realidad donde la parte es más que el todo? ¿Cuál es la lógica de considerarnos el fruto preclaro de un universo ciego y estúpido? ¿Cómo puede ser que nos sintamos tan sagaces y mucho más inteligentes que aquello que nos creó? Y no estoy hablando de Dios… o tal vez si, no lo se.
En algún momento llegaremos al último signo del Zodíaco, Piscis, con sus regentes Neptuno y Júpiter. Es el más espiritual, resonante, sensible y confuso de todos. Piscis es volver a la fuente de donde partimos, donde ya no hay nada más que decir, donde ya no hay aplausos porque sólo respira el Silencio.
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