Nota publicada en la Revista Uno Mismo. Junio 2012
Por Alejandro Christian Luna
En cuanto empezamos a experimentar la realidad de la Astrología como el sutil lenguaje del alma que es (capaz de describir energías, cualidades, aprendizajes, destinos, potenciales internos, psicologías humanas, etc.), no tardamos en advertir que, si de verdad existe una correspondencia entre arriba/abajo y adentro/afuera, es imposible que nos ocurra algo que no nos corresponda vivir.
Lo que nos resulta difícil de aceptar es que nuestra personalidad ya viene predeterminada mucho antes de que la psique tome su forma a partir de las primeras experiencias de la infancia o del tipo de crianza que hayamos tenido. Nuestros padres son los que nos corresponden, tal como nosotros les correspondemos a ellos.
En el exacto momento de nuestro nacimiento se generó el código de nuestra alma (la propia carta natal), donde está representado simbólicamente tanto nuestro mundo como el de los que nos rodean. Generalmente reconocer este solapamiento entre ambos mundos se le hace imposible a la conciencia, y aún más el aceptar que lo que nos está pasando ahora mismo ya estaba implícito en lo que la carta natal describía desde el mismísimo inicio de nuestra vida. Los ciclos, tránsitos planetarios, progresiones, revoluciones solares y otras técnicas astrológicas, son los medios por los cuales podemos llegar a sintonizarnos con el momento presente, o mejor dicho, con la actualización de nuestro potencial natal al día de hoy.
El conocimiento revolucionario que la Astrología nos acerca desde hace milenios, tiene su paralelo en los descubrimientos e hipótesis de la física cuántica: lo observado y aquello que observa forman parte de una inseparable unidad. Sujeto y objeto, luz y sombra, fondo y figura, conforman unidades duales, gestalts donde los elementos percibidos se definen por algún tipo de contraste. Si usted percibe esta letra “P” por ejemplo, verá que no solamente está definida por su perfil en negro sino por lo blanco que la rodea y la agujerea. Para poder leer es necesario antes que nada ser capaces de percibir el contraste de manchas negras y blancas que se superponen línea tras línea.
Es nuestro cerebro el que tiene el hábito de recortar información del entorno, definiendo objetos determinados (letras en el caso anterior) y provocando que el resto del campo visual se transforme en un mero fondo. Pero la realidad es total y completa, el adentro y el afuera están tan unificados como lo cóncavo y lo convexo, tornándose imposible dibujar solamente una línea cóncava, o salir sin estar entrando a otro lugar.
Decíamos que la carta astral es un mapa donde está representado el mundo interno y el externo, el espacio psíquico interior y el espacio psíquico exterior; pero hay otra imagen que nos permite contactar con esta extraña dimensión en la que se mezcla lo interno y lo externo: la cinta de Moebius.
August Ferdinand Möbius fue un matemático y astrónomo alemán muy conocido por su descubrimiento a mediados del siglo XIX de la cinta o banda de Möbius (o Moebius) junto al matemático Johann Benedict Listing. Ésta se puede construir a partir de una cinta o tira de papel larga y rectangular al rotar uno de los extremos 180° con respecto al otro y juntarlos formando un lazo. Esta cinta tiene un par de propiedades interesantes.
• Sólo posee una cara: si coloreamos la superficie de una cinta de Moebius, comenzando por “una” de las caras, al final queda coloreada toda la cinta, por lo tanto, solamente tiene una cara y no tiene sentido hablar de cara interior y cara exterior.
• Tiene un solo borde: se puede comprobar siguiendo el borde con un dedo, apreciando que se alcanza el punto de partida tras haber recorrido la totalidad del borde.
Se dice que la banda de Moebius es otra representación del antiguo símbolo del infinito, un 8 acostado. El símbolo gráfico internacional del reciclaje y el logotipo del Partido Humanista Internacional también están basados en la figura desarrollada por el matemático alemán. Los partidarios del humanismo afirman que el diseño de su logo representa dos ámbitos permanentemente vinculados por una misma cinta, que va de un ámbito a otro. La insignia expresa su intención de vincular en el mismo plano de importancia lo interno y lo externo, el individuo y la sociedad, lo público y lo privado.
El logo del reciclaje remite a la ley de la conservación de la energía (que no se pierde, no nace ni muere sino que se transforma). El reciclaje es propio del octavo signo, Escorpio, y de la casa ocho, donde todo debe licuarse y transformarse en otra cosa.
August Ferdinand Moebius demostró matemáticamente que lo interno y lo externo, el adentro y el afuera, son exactamente intercambiables. Como en la vida misma, las fronteras y los límites son imposiciones que les ponemos consciente o inconscientemente a todo aquello que percibimos; la realidad es holística y ya viene completa en si misma. Si seguimos con nuestro dedo las aparentes ambas caras de la cinta de Moebius, nos damos cuenta que siempre estuvimos tocando una misma y única cara.
Solamente si nos enfocamos en un sector acotado de la cinta observamos que tiene dos caras y dos bordes. Éstos se revelan como una misma cosa recién cuando tomamos en cuenta la totalidad de la cinta. Para una conciencia fragmentada (nuestro tipo de percepción habitual) la realidad aparece también fragmentada. Cuando la conciencia es más integral puede reconocerse en los hechos del destino, y así el mandala de la carta natal late libremente desde su centro vacío; es un soplo de eternidad que se condensa en ese ser particular, más allá de las identificaciones fragmentarias del Sol en tal signo, la Luna en tal otro, etc.
Cuando uno puede acompañar los acontecimientos que le ocurren sin disociarse de los hechos y hasta reconociéndose en ellos, comienza a aparecer el sentido y la pertinencia que tienen las experiencias por las que esta conciencia “individual” atraviesa.
En el evangelio gnóstico de santo Tomás puede leerse: “Cuando hagáis de los dos uno, y cuando hagáis lo de dentro como lo de fuera y el fuera como el dentro y el arriba como el abajo, y cuando hagáis del varón y la hembra uno solo, entonces entraréis en el Reino”.
Percibir la unidad en aquello que se nos aparece como dividido, implica un cambio en nuestra manera habitual de ver el mundo; vamos acercando las distancias internas y externas que tanto nos hacen sufrir y que también hacen sufrir a los demás. Permanecer en contacto es sentir que todo está híper-vinculado y darse cuenta que, como en la cinta de Moebius y la carta natal, el adentro y el afuera siempre son una misma cosa.
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