Nota publicada en la Revista Uno Mismo. Noviembre 2010
Por Alejandro Christian Luna

Roberto Assagioli -quien desarrolló el modelo psicólogico de la Psicosíntesis allá por lo años ‘20- fue uno de los pioneros de la psicología transpersonal, entendida ésta como una psicología integral que no basa su estudio en las patologías ni en las discapacidades cognitivas, sino en el potencial total de la psique al que los humanos podemos acceder.

La teoría transpersonal estudia las inquietudes, motivaciones y experiencias que trascienden la esfera de la personalidad, del yo o del ego. Lo que diferencia a lo transpersonal de otras miradas es que requiere la inclusión de la dimensión espiritual como parte de la naturaleza humana. Assagioli sostenía que “el desarrollo espiritual es un arduo y largo viaje, una aventura a través de territorios extraños llenos de sorpresas, alegrías y bellezas, dificultades y también peligros. Implica el despertar de potencialidades hasta entonces dormidas, la apertura de la conciencia a otros campos, una drástica transformación de los elementos normales de la personalidad, y un funcionamiento conforme a una nueva dimensión. Espiritual abarca no sólo las experiencias tradicionalmente consideradas como religiosas, sino también todos los estados de conciencia, todas las funciones y actividades humanas que tienen como común denominador el poseer valores superiores a la media; valores como los éticos, estéticos, heroicos, humanitarios y altruistas.”

La Astrología, por su lado, es un tipo de conocimiento que es eminentemente transpersonal, en el sentido a que alude a una sabiduría de la energía que en realidad está más allá de lo puramente egoico y personal (aunque acaso lo más corriente es que hagamos un uso egoísta y utilitario de ella).

Si concebimos lo espiritual como un proceso de pérdida gradual del egocentrismo y del narcisismo, creo que el mayor mérito de la Astrología es el de re-ligarnos conscientemente con el Universo, pero mucho antes de eso es necesario religarnos con nosotros mismos y nuestro cuerpo, religarnos con el prójimo y con los seres sintientes que nos rodean y acompañan en esta fase del camino que llamamos “existencia”.

Desde el descubrimiento de tres los planetas transpersonales -Urano, Neptuno y Plutón- el mapa de la Astrología tradicional fue ampliado y actualizado. Desde el aspecto más psicologista se considera que estos tres planetas van más allá de lo que nuestro “yo” quiere y necesita, desafiándonos a pasar de una consciencia personal a una trans-personal.

Existen diferentes maneras de articular la Astrología con la Psicosíntesis, sus mapas pueden superponerse bien aunque a primera vista parezcan muy diferentes. Por ejemplo, las subpersonalidades a las que remite Assagioli pueden rastrearse perfectamente en la carta natal, y el Yo Superior (también involucrado en el Si mismo vincular) puede ser representado tanto por el centro vacío de la carta como por su periferia, tal como funciona la ley de los mandalas.

Assagioli -a partir de su conocimiento de la filosofía hindú- postuló la indivisible unión entre el yo personal y el Yo transpersonal, y toda su enseñanza se centró en cómo actualizar conscientemente esta eterna unión. Según esta línea de pensamiento, existe un hilo especialmente delicado que une al Yo Superior -allá arriba- y el ego personal -aquí abajo-. Hay diferentes maneras de hacer consciente esta relación, y una de ellas es utilizar algún objeto simbólico externo como para que se reflejen allí ambas identidades (que en el fondo son la misma).

El maestro italiano solía emplear el simbolismo de la ascensión a una montaña, de la apertura de una rosa o el del viaje del Dante a través del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Ahora se hace muy evidente que la carta natal es un símbolo poderoso capaz de reflejar no sólo la relación entre el yo y el Sí Mismo, sino la dinámica interna de las propias subpersonalidades.

El yo inferior es un pálido reflejo del Yo Superior, sin embargo comparten la misma identidad divina. Y así como uno puede percibir la luz solamente de dos maneras -desde la propia fuente o desde su reflejo en otra superficie- la carta natal funciona como un espejo que indirectamente puede revelar la pura luz del Ser.

La Astrología tradicional llama “luminares” a los dos principales focos de la carta natal: el Sol y la Luna. Son una díada arquetípica: esotéricamente el Sol brinda la vitalidad del espíritu mientras que la Luna aporta su sustancia vital. Son necesarios al uno al otro para que la “inteligencia” que está antes y más allá de nosotros pueda manifestarse en la materia. En el mismo sentido, la carta natal mediatiza una información que quizás directamente es muy difícil de incorporar. Es un símbolo que idealmente puede actuar como espejo del Si mismo; pues a veces resulta más fácil percibirlo a través de su reflejo en un centro externo (la carta astral) que mediante su visión directa.

Comprometerse con este trabajo de autodescubrimiento es una tarea llena de desafíos y de dicha. Decíamos que la relación que hay entre el Sí Mismo y el Sí Mismo vincular es similar a la que hay entre Leo y Acuario. Pero en verdad son un eje de signos opuestos y complementarios, dos caras de la misma moneda. El símbolo del mandala es coherente con el Sí Mismo, una red de mandalas podría serlo del Sí Mismo vincular. Y éste es bien representado por una antiquísima imagen mítica del budismo mahayana: la Red de Indra.

“Muy lejos, en la morada celeste del gran dios Indra, hay una red maravillosa que ha sido colgada por algún ingenioso artífice de un modo tal que se extiende indefinidamente en todas las direcciones. De acuerdo con los extravagantes gustos de las deidades, el artífice ha colgado una perla brillante en cada “ojo” de la red, y como la red es infinita en todas las direcciones, las perlas son infinitas en número. Allí cuelgan las joyas, brillando como estrellas de primera magnitud, una maravillosa visión para contemplar. Si ahora elegimos arbitrariamente una de estas perlas para su inspección y la miramos de cerca, descubriremos que en su pulida superficie se reflejan todas las otras perlas de la red, infinitas en número. No sólo eso, sino que cada una de las perlas reflejadas en esta perla refleja a su vez todas las demás perlas, de suerte que se está produciendo un proceso de reflexión infinito”.

Desde hace relativamente poco, la física moderna y las matemáticas actualizan este símbolo de interconexión infinita gracias a la holografía y los fractales, donde se comprueba que la parte está en el Todo y el Todo en la parte.

La carta astral tiene implícita la ley del mandala, en su periferia poblada de planetas está expresado el potencial del centro vacío. Ese centro es tan sólo una perla del collar de Indra, un enlace nodal por donde circula la información de toda la red. Y llega la hora de vivenciar que lo que sentimos como “yo” es tan sólo un momento de coagulación puntual de esta red. El verdadero sujeto es el vínculo, esa red. Así vamos aprendiendo a movernos de lo personal, a lo interpersonal, y de lo transpersonal a lo inter-transpersonal.

Esto que puede sonar tan abstracto tiene una importancia radical, pues es ver que el otro soy yo mismo, y para el otro, yo soy él. Entonces, contando nada más que los humanos, somos casi siete mil millones de otros, unas preciosas perlas en el collar de Indra.

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