Nota publicada en Revista Uno Mismo. 2017. 
Por Alejandro Christian Luna


En cierta manera, la Astrología siempre fue un saber que involucró como objeto de estudio a la consciencia humana. La relación psiquis-cosmos estuvo implícita desde el primer momento; aproximadamente 3.500 años atrás los caldeos y los babilonios vincularon los movimientos de las estrellas con las experiencias de algunos humanos -sus reyes principalmente- en la Tierra. A lo largo de los siglos esta correspondencia entre psiquis y estrellas se transparentó cada vez más y más, y el desarrollo de la psicología en occidente -como una ciencia del tipo humanista- acabó dando a algunos astrólogos un vocabulario y sobre todo un enfoque, que hizo surgir la actualmente tan en boga “Astrología psicológica”.

Por eso no es raro escuchar de este tipo de astrólogos palabras como sombra, proyección, represión, introversión, tipos junguianos, arquetipos, etcétera.

Si bien esto de alguna manera le dio un nuevo impulso a la “milenaria madre de todas las ciencias”, también es verdad que por otra parte la acható, pues el desarrollo y la legitimación social de la psicología, terminó fijando el contexto -los límites epistemológicos- donde esta Astrología llega y rebota sobre sí misma.

Así, lo que en verdad es un misterio profundo se transformó en una herramienta de mejoramiento personal. Esto no está mal, ni mucho menos, la cuestión es que no nos damos cuenta de las implicancias de este enfoque, así como los peces no se dan cuenta del agua en la que se mueven.

Es significativa la forma de pensar tan egocéntrica que tenemos los humanos, pues si la Astrología puede mostrarnos simbólicamente la relación entre psiquis-estrellas, muy naturalmente la limitamos a la relación yo-estrellas. Y, como en esta ecuación aparece el término “yo”, podemos inferir que el resultado tendrá que ver con control, aprovechamiento, poder, manipulación y sobre todo, individualismo. Narcicismo, ya que hablábamos de Psicología.

Por eso en este nivel de la Astrología –un nivel por el que es necesario pasar- constantemente se vuelve a la autorreferencialidad, y se volverá las veces que sean necesarias hasta que otro nivel de nuestra psique se canse, se aburra o se asquee.

Pero el yo nunca jamás se va aburrir de sí mismo, son otras dimensiones de nuestro ser las que tienen que operar para salir de esta rueda repetitiva del ego; un ego que es como un hámster corriendo a ningún lugar en la calesita de su jaula.

Aquí estamos diciendo dos cosas que pueden parecer contradictorias, pero que en realidad son dos fases diferentes de un mismo proceso. Por un lado decimos que esta Astrología del ego es una Astrología chata, limitada, pero también decimos que hay que atravesarla necesariamente, pasar por ella, trascenderla, agotarla.

Esto es así porque la Astrología es un misterio que está más allá de lo racional; su corpus de sabiduría no es algo irracional ni infantil, como muchos críticos consideran. Por otro lado, es un misterio que tiende a revelarse mejor al adoptar una mirada “vincular” de la existencia.

Si la enfocamos desde el yo sólo veremos una perspectiva fragmentada de su realidad. Si la enfocamos desde lo vincular veremos la red de relaciones que lo atraviesa todo, incluido nuestro yo. En ese sentido el yo funciona como un vehículo del que luego hay que desembarazarse. El yo es el medio, no el fin.

Como un cohete que tiene que ir al espacio y se va desembarazando poco a poco de las partes que cumplieron su función y ya no necesita (y que inclusive molestan y pueden hacer abortar la misión si continúan presentes en el vuelo), así el Ser para seguir surcando el cielo necesita desembarazarse del yo.

Esta metáfora no es del todo correcta, porque una vez que el cohete desestima las partes que ya cumplieron su función, éstas se terminan perdiendo o destruyendo.

En cambio la función del yo no se desestima ni se pierde, sólo se “prende” o se “apaga” según el contexto en el que el Ser se mueve. Con “Ser” me refiero a la dimensión más esencial que habita en cada cuerpo. También podemos llamarlo, alma, espíritu, Self, Sí mismo, etc.

Según el contexto, que el yo no esté puede ser peligroso o grandioso. En medita ción, en contemplación extática, bailando, haciendo el amor (algunas veces), la ausencia del yo es justamente la que permite el gozo. Es decir “yo” no estoy ahí, sin embargo, soy. O más bien “somos”.

Llevado esto a la Astrología, gracias al estudio de la carta natal podemos ver cómo estamos implicados en una red de vínculos que puede parecer limitada… pero no lo es. Desde esta mirada vincular cada uno de nosotros es una forma más o menos estable que va tomando la energía, y la focalización desde el ‘yo’ es una manera limitada de percepción. Un ‘yo’ que, en todo caso, puede aprender a acceder a una manera vincular de percepción. Y cuando decimos vincular decimos más abarcativa, amorosa, transpersonal, espiritual, sagrada. Vamos más allá de la Astrología psicológica basada en las  necesidades y requerimientos del ego. Es una Astrología del Alma. En cada carta podemos buscar y encontrar al ‘yo’, pero también podemos buscar y encontrar ese Misterio que nos llevará más allá del ego ¡y que también nos traerá!

Es el misterio del centro del mandala, del centro del Sí mismo y de la carta natal. El misterio del Ser en su eterna imbricación con todo lo demás.